Nacho quiere ir despacio, pero cada día
que pasa los sentimientos que Eva despierta se van disparando. Diréis "Es
pronto". Diréis "No me lo creo". Diréis "Sí, claro...";
Pero Nacho, quiere a Eva.
Lo único que tiene sentido cada día es
la llegada de la madrugada para volver a hablar con ella. La llegada de esa
segunda vida, porque la primera pasa sin pena ni gloria. Ya apenas sale, sus
amigos han hecho sus vidas con sus parejas, con sus hijos... Y no tiene con
quién quedar. Su vida social se reduce prácticamente a las redes sociales, y últimamente
echa de menos el contacto con la gente, quedar para tomar unas cañas, para ir
al cine...
Pero ahora no le importa tanto. Hay un
momento del día en el que todos los focos se centran en ella. Y se sorprende el
resto del día, a cada momento, recordándola. Recordando sus conversaciones, la
sensibilidad que desprende, las risas que comparten... E imaginándola. Necesita
saber más cosas de ella, necesita verla, necesita tocarla. Necesita besarla,
pero eso ya es otra historia...
Hoy el día ha sido especialmente
desagradable. Ha tenido un problema en el trabajo: un cliente le ha tratado con
desprecio y le ha dado una mala contestación; El cliente se ha quejado a su superior
y Nacho se ha llevado una buena bronca. Bronca que ha tenido con soportar con
la cabeza gacha, porque ¿Qué más da que el cliente le haya humillado? El
cliente siempre tiene razón y a él le pagan por servir a los demás, no por
defender su honor. A defender el honor a su puta casa. Eso le ha dicho. Y eso
ha hecho, porque si lo hubiera defendido en ese momento aquello habría acabado
como el rosario de la aurora... Cuando ha llegado al portal, se ha dado cuenta
de que le faltaban las llaves y ha pensado que quizá se le habían caído en el
trabajo, al sacar cualquier cosa del bolso, pero entonces descubre que también
la falta la cartera y el móvil... Puto metro. Ahora a comisaría, a denunciar.
No va a conseguir nada, pero al menos la renovación del DNI será más barata.
Pulsa el portero automático y Damián, el
chico con quien comparte piso, responde. Por suerte está en casa. Sube, coge
las llaves de Damián, hace una copia y enfila hacia la comisaria. Allí la cola
es interminable. Se le hace bastante tarde y llega a casa casi a la una de la
mañana. Durante la espera en comisaría, durante la vuelta a casa, le da igual
el DNI, le dan igual los 30 € que había en la cartera y le da igual el bono que
ha perdido del metro. Lo único que le importa es el móvil, porque no ha podido
avisar a Eva de que se retrasaba y estará esperándole sin saber qué pensar. El
trayecto desde la parada del metro a casa se lo hace corriendo y según llega
enciende el PC. Abre mensaje privado y escribe: "¿Eva?"
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