jueves, 31 de agosto de 2017

UN DÍA MALO LO TIENE CUALQUIERA.

Nacho quiere ir despacio, pero cada día que pasa los sentimientos que Eva despierta se van disparando. Diréis "Es pronto". Diréis "No me lo creo". Diréis "Sí, claro..."; Pero Nacho, quiere a Eva.
Lo único que tiene sentido cada día es la llegada de la madrugada para volver a hablar con ella. La llegada de esa segunda vida, porque la primera pasa sin pena ni gloria. Ya apenas sale, sus amigos han hecho sus vidas con sus parejas, con sus hijos... Y no tiene con quién quedar. Su vida social se reduce prácticamente a las redes sociales, y últimamente echa de menos el contacto con la gente, quedar para tomar unas cañas, para ir al cine...
Pero ahora no le importa tanto. Hay un momento del día en el que todos los focos se centran en ella. Y se sorprende el resto del día, a cada momento, recordándola. Recordando sus conversaciones, la sensibilidad que desprende, las risas que comparten... E imaginándola. Necesita saber más cosas de ella, necesita verla, necesita tocarla. Necesita besarla, pero eso ya es otra historia...

Hoy el día ha sido especialmente desagradable. Ha tenido un problema en el trabajo: un cliente le ha tratado con desprecio y le ha dado una mala contestación; El cliente se ha quejado a su superior y Nacho se ha llevado una buena bronca. Bronca que ha tenido con soportar con la cabeza gacha, porque ¿Qué más da que el cliente le haya humillado? El cliente siempre tiene razón y a él le pagan por servir a los demás, no por defender su honor. A defender el honor a su puta casa. Eso le ha dicho. Y eso ha hecho, porque si lo hubiera defendido en ese momento aquello habría acabado como el rosario de la aurora... Cuando ha llegado al portal, se ha dado cuenta de que le faltaban las llaves y ha pensado que quizá se le habían caído en el trabajo, al sacar cualquier cosa del bolso, pero entonces descubre que también la falta la cartera y el móvil... Puto metro. Ahora a comisaría, a denunciar. No va a conseguir nada, pero al menos la renovación del DNI será más barata.

Pulsa el portero automático y Damián, el chico con quien comparte piso, responde. Por suerte está en casa. Sube, coge las llaves de Damián, hace una copia y enfila hacia la comisaria. Allí la cola es interminable. Se le hace bastante tarde y llega a casa casi a la una de la mañana. Durante la espera en comisaría, durante la vuelta a casa, le da igual el DNI, le dan igual los 30 € que había en la cartera y le da igual el bono que ha perdido del metro. Lo único que le importa es el móvil, porque no ha podido avisar a Eva de que se retrasaba y estará esperándole sin saber qué pensar. El trayecto desde la parada del metro a casa se lo hace corriendo y según llega enciende el PC. Abre mensaje privado y escribe: "¿Eva?"

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