martes, 5 de septiembre de 2017

EVA QUIERE A JAVI

Eva no lo sabe, porque no lo ha analizado nunca, pero esa ilusión que se llevó el amor no se fue sola. El amor no se va porque sí. El amor se va porque se cansa; se cansa de dar y no recibir.
Y no, no es culpa del cansancio ni de las preocupaciones. La vida puede ser dura y estresante, pero las vicisitudes que atraviesa una pareja unen más si se comparten.
Eva se ha acostumbrado a hacer todo sola. Decide qué van a comer mañana, cuándo hay que lavar la ropa, cuándo hay que renovar el armario de los niños. Cuándo toca limpiar los cristales, y cuándo hay que llamar a la compañía telefónica para que les vuelvan a aplicar el descuento que otra vez caduca. Controla el saldo del banco y sabe cuándo pasan el cargo del seguro del hogar, del coche, y de vida. Hace la compra, lava y plancha la ropa, lleva al día la cartilla de las vacunas de Pablo y Jesús. Los lleva al médico si se ponen malos y al parque siempre que tiene una tarde libre. Les ducha cada día y les cuenta un cuento cuando se van a dormir.

Eva y Javi eran unos niños cuando se conocieron. Iban al colegio juntos, formaban parte del mismo grupo de amigos... Empezaron saliendo en pandilla y una cosa llevó a la otra. Qué bonito fue su noviazgo. Javi era tan guapo, tan romántico, y siempre tan pendiente de ella...  
Eva quiere a Javi, claro que le quiere, pero poco queda de aquel amor, de aquella pasión, de cuando una simple caricia despertaba un deseo que no podían frenar. Ni frenaban. Ahora hacer el amor se ha convertido en algo rutinario, automático, en algo que hay que hacer cada equis días, que por cierto, cada vez son más. Mejor, en realidad. Eva casi nunca tiene ganas, siempre está cansada.
Quiere a Javi, pero empieza a plantearse que quizá no le quiere de la forma en que le tenía que querer.


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