Rondando la medianoche, Eva se ha
conectado como cada día. Han pasado ya diez minutos, pero Nacho no aparece.
Bueno, se habrá retrasado por cualquier cosa, estará a punto de llegar. Pero
pasa media hora y no llega. La una menos cuarto; nada. Eva empieza a
desesperar. ¿Le habrá pasado algo? Es muy raro que no se vaya a conectar y no
le haya dicho nada. Aunque en realidad no tiene que darle ninguna explicación.
Puede haberle salido cualquier plan y por eso no se conecta. Pero qué
desconsiderado ¿No? Vale que no hayan quedado en nada, vale que no le tenga que dar
ninguna explicación, pero si hablan todas las noches, tampoco le costaba tanto
avisarla. Eva se enfada. Y luego lo piensa, y cree que si no le ha dicho nada
es porque no ha podido, y entonces se preocupa. Y luego lo vuelve a pensar y cree
que es muy poco probable que le haya pasado algo (y eso espera) pero entonces
se enfada otra vez. Como aparezca mañana tan normal no le piensa decir nada,
pero vamos, que ya sabe lo que puede esperar de él. Pero ¿Y si le ha pasado
algo?
Entre enfado y preocupación, Eva piensa
con cierta inquietud en las ganas que tiene de verle. Quizá no sea tan malo que
no aparezca, que haya un distanciamiento. Quizá la situación se le esté yendo
un poco de las manos. Igual debería hacer un ejercicio: no entrar en unos
cuantos días, solo para comprobar que puede hacerlo. Que por supuesto sabe que
puede, faltaría más, si le conoce desde hace dos días. Pero así se lo
demostraría a sí misma. Vuelve a mirar el reloj. Y nada; que no llega.
Será mejor que se haga a la idea de que
no va a venir. Y justo en ese momento, aparece un mensaje. Que sea él, que sea
él... ¡Es él!
Ya no está enfadada, ni preocupada.
Ahora le contará qué ha pasado, seguro que tiene una buena excusa. Y eso de
dejar Twitter unos días... Total, para qué. No está haciendo nada malo y le da
un poquito de emoción a su vida. No tiene sentido hacer ese experimento, está
todo controlado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario